El propósito de tomarnos este tiempo comenzando la primavera es renacer con ella. Para hacerlo necesitamos recordar quiénes somos y cuál es el propósito de nuestra existencia.

Existe un bello momento que no muchos recuerdan sobre la historia de Jesús, diferente a la resurrección que se llama la transfiguración, sucedió en el monte Tabor, cuando Jesús llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan. Al buscar el significado de transfiguración pensaba que era cambio o transformación, pero también significa la habilidad de poder ver algo en su estado original. Jesús en un momento en el monte se mostró a algunos de sus discípulos, tal cual era, lleno de luz, humano y divinidad, como un sol luminoso. Sus ropas lucían blancas y radiantes. La luz no era como la luz de la tierra, era una energía de una fuente inagotable de amor y benevolencia. Lo acompañaban Moisés y Elías, quien habían muerto mucho tiempo atrás y lucían tal como si estuvieran vivos. Marcos 9,

Originalmente los seres humanos estábamos revestidos de fuego y luz. Las ropas con las que luego nos cubrimos, probablemente sea una metáfora y se refieran al cuerpo material.

“Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso, pero al compararla con la gloria, sobrepasa toda comparación, no miremos nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” 2 Corintios 4,17

Jesús en ese momento los llevó al cielo, o quizás trajo el cielo a nosotros, ese lugar que no es un lugar sino un estado fuera del tiempo y que Él llamaba El Reino de Dios. La muerte no es muerte sino un cambio de estado.

¿Cómo regresar a Dios ? Tal como el girasol, que mira hacia el sol para obtener sus rayos, nos toca mirar en la dirección de la luz para reflejarla. Dios es la luz que envía sus rayos a todos, pero no todos estamos dispuestos a mirar en su dirección para recibirlos. La mayoría de las veces estamos de espalda y distraídos, nos pasa a todos. Los humanos caminamos con una gran carencia interna, es por eso que tratamos de cubrirla de mil maneras. Un sabio una vez me contó el verdadero motivo de las personas que tienen obsesión de colocarse ropas vistosas y utilizar joyas de oro, perlas y diamantes, era porque inconscientemente buscaban recobrar la luz que habían perdido, y se llenaban del brillo en lo superficial. Quizás sea la razón inconsciente de algunas ropas vistosas religiosas.

Si está oscuro y encendemos una luz, su reflejo hará que brillemos, necesitamos colocarnos bajo el sol del amor. El brillo de las joyas, los logros y los amigos influyentes no duran, tampoco la adulación, pero los que brillan con la luz de Dios desde el interior, tienen luz eterna y no pueden perderla, además que la reflejamos en cada persona que vemos. Somos un conducto, Dios es la electricidad, necesitamos permitir que su amor y su plan para nosotros fluya con libertad, sin miedos, sin mirar al pasado, con la certeza de que nada nos faltará.

Ser auténticos no es colocarnos más cosas, sino dejar ir más cosas.

Hoy pido a Dios que me de las fuerzas para dejar ir todo aquello que me da ansiedad y me separa de Dios y de mi estado original como imagen y semejanza de Dios; te entrego eso que me quita la luz, que me da dolor y me atrasa, para que lo transformes. Que Tu Luz resplandeciente me muestre el verdadero camino.

Resplandecerás junto a Él con una nueva luz, porque si le permites, la Luz y el Sol disiparán las tinieblas de la duda. Esta historia confirma que el cielo es real.

Inspirada en San Marcos 9

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