Estamos a unos días de comenzar la Semana Santa, muchos preguntan qué hacer. Se preocupan por hacer sacrificios y agradar a Dios, pero la caridad no es un sacrificio, es un placer cuando se comprende su significado. La palabra caridad viene del latin Caritas; el amor de Dios que nos hace reconocer el amor al prójimo, que a su vez nos lleva a ayudarlo en un momento determinado. La filantropía es distinta, se centra más en programas sociales de ayuda, prevención social, y política pública. Dios nos da todo por Gracia. Nosotros, al imitarle, somos llamados a dar a los demás. La humildad en un mundo que promueve ventajas, auto-promoción, éxitos y logros, hace que las palabras de Jesús sobre servicio, y ser el último en la fila, se queden en oídos sordos.
Muchos cristianos de esta época lamentablemente se han vuelto en contra de la ayuda social. Existen personas que dicen, “Dale la caña de pescar para que pesque”, pero como decía Madre Teresa de Calcuta, “…algunas personas ni siquiera tienen fuerza para sujetar la caña de pescar.” Igualmente existen personas que no ven una posibilidad en la vida, y el que ayuda necesita subir y tener una visión por ellos, no se puede caer con el lastimado. La caridad no es lástima, ayudar desde la pena no es efectivo, no podemos ayudar a otro desde la misma conciencia que creó el problema, como decía Einstein, necesitamos subir a la energía del amor y de la abundancia, que es ver restaurado en Dios, a la persona que se ayuda. Ésta era la manera de Jesús sanar, era directo: ¿Quieres sanarte?¡Levántate! porque al final la responsabilidad de elegir tener fe es del otro. Nadie puede ayudar al que no quiere sanarse. Ayudar es coparticipar en una sanación, pero Jesús decía “Tu fe, te ha sanado.”
No damos para recibir, ni para mostrar lo bueno que somos. Tampoco damos ayuda, a cambio de convertir al que está en desventaja.
Jesús decía que oremos y demos en privado. Tampoco damos a la iglesia para asegurar el cielo, todavía nadie a podido asegurar un boleto de entrada al Cielo, donando a su pastor. La caridad se ha trastocado por historias de aviones, mansiones y autos de lujo comprados con las donaciones de los fieles. Donamos y ayudamos por amor, no por culpa o a cambio de una llamada al altar.
Amor incondicional o ágape
Necesitamos dar sin agendas, algunas misiones esperan evangelizar a cambio de la ayuda brindada, pero María Teresa de Calcutta ayudó a los pobres y enfermos de la India sin cambiar su fe; el amor cambia corazones, no las creencias.
La palabra samaritano es sinónimo de dar incondicionalmente, gracias a un viajero de Samaria, que aunque era repudiado por los judíos y por sus creencias, fue el que se detuvo a ayudar a un judío herido en el camino, luego de éste ser ignorado por dos otros viajeros, un sacerdote y un levita, ambos supuestamente hombres de la fe verdadera; el samaritano lo hizo sin esperar nada a cambio.
La fe verdadera es el amor incondicional.
Jesús compartió esta parábola que ha cambiado vidas y ha dado un nuevo significado a la palabra samaritano; mientras antes era ser samaritano, es repudiado ahora es símbolo de caridad. También aclaró quién es nuestro hermano.
Parábola del buen samaritano (NVI)
En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:
—Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
—¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
—Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás.
Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús:
—¿Y quién es mi prójimo?
Jesús respondió:
—Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?—El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley.
—Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.
¿Cómo servir a Dios? Si ya Dios es todo. La manera más alta de servir a Dios, es al ayudar a otro. No sólo económicamente, esta Semana Santa lo mejor que podemos hacer por Dios es dar compañía, aliento, dar esperanza, brindar un regalo, una comida o un dulce a alguien necesitado y necesitado no quiere decir alguien sin hogar, aunque es posible.
Llamar a un amigo, y dar aliento.
¿Qué hacer esta Semana Santa y siempre? Jesús invita a vestir al que está desnudo, dar agua al que tiene sed, visitar al enfermo, dar pan al que no tiene comida y visitar al preso. La pobreza no siempre es literal, existen aquellos que lo tienen todo, pero que igualmente padecen de pobreza espiritual, la que decía Madre Teresa de Calcuta que era la peor pobreza porque no puede resolverse con nada exterior. A veces la prisión no es física, tampoco la sed, si ayudas a que un solo ser en angustia vuelva a Dios y a la paz, has devuelto la vida a una persona y con ese acto has provocado una gran fiesta en el cielo. Si ayudas a una persona a salir de un gran sufrimiento, es posible que ayudes a varias generaciones, especialmente si es mujer.
“Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recibiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a verme.” …“En verdad les digo que lo que hagas por uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo haces.”
Mateo 25,35
Hazme un instrumento de tu Paz
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que donde haya desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde haya tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde haya tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, como consolar,
ser comprendido, como comprender,
ser amado, como yo amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
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