Todo lo que pidan en mi nombre se les dará. Y Dios ya sabe lo que las personas necesitan. No importa cuánto tiempo hayas estado enfermo, Dios siempre puede sanarte. Y aquí no solo hablo de salud física. Todo exceso es una enfermedad. Pensar demasiado, tomar alcohol, drogas, azúcar, juego, amores tóxicos, en fin, todo para escapar del dolor.
En Roma se saluda con un. “salve”. La palabra sanar y la palabra salvación vienen de la misma etimología; salveen italiano, significa volver a la integridad. No significa sacarnos del infierno, literalmente significa sanar, porque un Dios misericordioso no haría menos.
Pero curar va más allá de un remedio temporero, es buscar la causa de las cosas.
La pregunta es: “Verdaderamente : ¿Quieres curarte?”
Dice la historia según Juan, que Jesús pasaba por una piscina llamada Bethesda (que significa “casa de misericordia”); se decía que su agua tenía poderes curativos. Bajo sus arcos se paraban cantidad de enfermos, paralíticos, ciegos y lisiados que esperaban que el agua agitada los sanara. Allí Jesús se encontró con un hombre que estaba enfermo desde hacía más de treinta y ocho años. Jesús, sabiéndolo todo, conocía el tiempo que llevaba enfermo y le pregunto:
–¿Quieres curarte?
El enfermo le dijo sus razones:
–Señor, no tengo a nadie que me ayude, y que me sumerja en la piscina; cuando el agua comienza a subir, todos se me adelantan.
Jesús entonces simplemente le dijo:
–Levántate, toma tu camilla y camina.
Jesús podía ver la forma perfecta de este ser y puede ver la tuya.
El hombre se curó al instante, tomó su camilla y comenzó a caminar. Pero como era sábado, la multitud comenzó a reclamarle que no podía llevar la camilla. Los fariseos no podían ver el milagro, solo se enfocaban en la ley de guardar los sábados.
Como hoy, muchos llamados religiosos solo ven las reglas y olvidan la fe y la compasión.
Jesús lo encontró nuevamente en el Templo más tarde y le dijo:
“Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario pueden ocurrirte peores cosas.”
El pecado comienza en la mente, y luego se convierte en una creencia que por medio de acción o inacción nos lleva a repetirla. Pecar no es faltar a Dios, Dios es inmutable, pero nos faltamos a nosotros al no ser Su máxima expresión en la tierra. Pecar también en griego es Hamartia, que es fallar en el tiro al blanco del deporte de arco y flecha. Es salirnos de centro, nos salimos de centro con los pensamientos, las acciones, y las emociones.
Pienso que somos como ese paralítico, quién sabe por cuantos años tenemos heridas en el alma. A veces no sabemos la razón, pero Jesús todo lo sabe. A menudo nos ocurren cosas en la vida que nos paralizan por décadas, una mala experiencia, un mal amor o una pérdida que puede enfermarnos y alejarnos de Dios, de nuestros sueños o de nosotros mismos a veces por toda una vida. El paralítico se sentía en desventaja, pensaba que necesitaba ayuda de otros, de algo exterior para sanar, culpaba a los demás, ya que no encontraba alguien que lo llevara al agua sanadora, pero para Dios no hay imposibles, él mismo te lleva a su fuente cuando ya ha sido suficiente y estás listo para entregar.
Jesús primero le pregunta: ¿Quieres curarte? Porque siempre es tu elección, solo tú puedes sanarte por medio de esa invitación, y luego es aceptar la ayuda de Jesús. No hablo solo de lo físico, existen realidades y condiciones del cuerpo, pero igual existen personas que a pesar de sus limitaciones físicas, tienen paz. A veces escucho las personas diciendo, Jesús no me ayuda. Igual que el paralítico, decimos todas las razones por las que estamos mal, no tomamos responsabilidad, que no es culpa sino aceptación.
Se nos olvida dar ese permiso a Dios, hacer esa invitación, cambiar el pensamiento, y dar el primer paso, para tener fe, y atrevernos a tomar nuestras muletas y ser curados. Sanar, aquí es más allá de sanar el cuerpo, sino sanar la mente, lo que brinda la paz. Personas de cuerpo sano, a veces no tienen paz. A veces preferimos caminar con las muletas que atrevernos a dar un salto de fe. Cambiar es de valientes. Jesús, igualmente nos pregunta una y otra vez, quizás no directamente, pero por medio de muchas invitaciones:” ¿Quieres ayuda, quieres curarte?” Él tiene la cura de toda herida. El significado de pecado es perder el centro y muy bien puede ser por medio de un pensamiento negativo. Siempre podemos ser sanados interiormente, pero si regresamos al pensamiento negativo y a la falta de perdón, volveremos a caer, a veces peor que antes.
Otras veces no queremos hacer los cambios necesarios para sanarnos. Cuando he tenido retos de salud, veo que siempre es un aviso para regresar a mi centro. Otras ya he perdonado, pero la secuela sale a la luz, como un recordatorio de una fiebre que ya ha pasado pero todavía, se llevan las huellas en el cuerpo, como para no olvidarlas.
Luego de hacer unos cambios internos y externos, toda mejora. Un día me encontré a alguien, hablamos sobre varias condiciones de salud, y me dijo ¿Qué hiciste para mejorarte? Le dije: Aparte de oración y dirección, dejé algunas cosas. Primero fui al medico físico, pero también fui al médico del alma. Por ejemplo, le comenté, que dejé el café. Inmediatamente mi amigo me dijo, “Oh, no, lo siento, yo no puedo…” Igual pasa con el alcohol, o el tabaco, algunas personas no están dispuestas a dejar el hábito, aunque ya sabemos que hacen daño al cerebro, a los pulmones y al hígado. A veces queremos un cambio, pero no estamos dispuestos a hacer el sacrificio.
Yo le dije las palabras de Jesús, Pero ¿Es que no quieres curarte?
Para sanarnos necesitamos participar, Dios no lo hace solo, de otra manera el mundo estuviera perfecto.
Existen momentos cuando la vida nos ha obligado a estar en una pausa obligatoria por un reto de salud, son momentos para reflexionar.
Recuerda que, como la historia, Jesús lo sabe todo, incluso sabe el tiempo que llevas cargando algún pesar. Hoy Jesús te pregunta tal como al paralítico por medio de estas palabras: “¿Quieres curarte?”.
Hoy di a Jesús: “Quiero sanarme “, luego cierra los ojos e imagina sus palabras.
Dice Jesús: «Hijo, toma eso que te está paralizando, cree en mi».
Luego de hacer esto sigue las instrucciones de Jesús al paralítico:
Si ya has pedido a Dios y has entregado tu dolor y esa camilla, no vuelvas a pecar (a dudar o a tener miedo, a retomar lo ya entregado, a hacer acciones en contra de tu salud, a tener rencor, a no perdonar, a sentir culpa). Suelta esa muleta que usas para no sanarte, no sea que vuelvas a caer peor que antes, cuando ya él te ha perdonado, te ha sanado (te ha ayudado) y te ha salvado.
No estás tarde, para Dios nunca estás tarde.
Gracias por acompañarme en estos 40 días y por sus comentarios, los leo. Gracias por acompañarme en estos 40 días y por sus comentarios. Algunas lecciones están en mi libro: Los ciclos del alma o Las 12 promesas del alma. Gracias por compartir estas lecciones en los medios sociales, pueden ayudar a otros a tener un poco de esperanza en este tiempo. Mañana tendremos otra lección, todas van logrando quitar poco a poco las malas hierbas que cubren la luz. Porque nadie puede cambiar lo que no puede ver, pero al principio de la oscuridad, un rayo de luz puede arder un poco en los ojos, dar gracias por lo que vemos, perdonemos, y sigamos con amor.
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