
Gracias por registrarte, de esta manera, vas a tu tiempo, en esta ocasión comparto las lecciones en forma de curso para que lo tengas de forma personal y sepas exactamente las lecciones que has completado. En estos 40 días, desde hoy Miércoles de Ceniza, hasta el día de Pascua Florida, compartiré una lección diaria para ayudar a que nos acerquemos más a Dios. Las lecciones toman unos cinco minutos leerlas, pero sus beneficios son incalculables. Leer ayuda a integrar las lecciones más efectivamente. En lo personal, al terminar los 40 días, he notado, que siempre ocurre un milagro en algún área de mi vida y lo mismo he escuchado de mis lectores, que sienten mucha paz, al hacerlas.
Los 40 días del desierto de Jesús hablan de una profunda transformación de ayuno y oración. Los 40 días también son parte de las historias de Noé, de Jonás y de Moisés. Igualmente, la práctica de los 40 días de reflexión se encuentra en la historia de otras tradiciones como la del Buda y Mahoma; ambos pasaron la experiencia de 40 días de cambios profundos y transformación. Los 40 días de la Cuaresma coinciden con la época de la primavera que es renovación y nueva vida. Cada vez que un arbusto sale de un invierno es una resurrección. Imitemos a la naturaleza y comencemos esta preparación para salir de nuestro invierno.
La Cuaresma no es un camino de culpa sino un camino de liberación que ocurre en el interior de cada cual que escucha la invitación que Dios nos hace a diario. La palabra arrepentimiento realmente viene del griego Metanoia que significa cambio de corazón, lo que desemboca en un cambio de la mente.
Les doy la bienvenida a este primer día de 40 reflexiones. Hace 9 años comencé este camino que comparto en la época que conocemos como Cuaresma. Es una pausa en el camino, y lo haremos por medio de reflexiones, lecturas y oraciones; y lo haremos por medio del amor, no de la penitencia.
Vivimos en un mundo, donde se busca castigo en vez de perdón. En este mundo ¿Cómo tener compasión por las transgresiones de los demás, cuando ni siquiera la tenemos por nosotros mismos? Cuando viene la Cuaresma, escucho decir: “Necesito hacer algo para estar en penitencia”, por ejemplo, el ayuno no se hace porque Dios lo necesite para probar nuestra fidelidad, sino porque beneficia nuestra conexión con Dios.
La iglesia antigua, hasta se flagelaba, hoy en día decimos varios Padre Nuestros como “penitencia”, pero con Dios no hay castigo, lo que llamamos castigo (el dolor) es usualmente la consecuencia de nuestros actos, al caminar (individualmente, como país, o como planeta), fuera de nuestro centro. Es un mundo volátil y pasajero; donde viajamos hacia un lugar indeterminado, el viaje sería más ameno para todos si siguiéramos las directrices del amor, pero es que lamentablemente, el amor se confunde con debilidad.
El dolor no es necesario para ser amados por Dios, pero cuando estamos lejos del amor, el dolor muchas veces es el aviso que nos lleva a regresar al camino, al recordarnos nuestros errores. Si tenemos una piedra en el zapato, y no sentimos dolor, esa piedra destroza el talón hasta que ya no hay remedio. El dolor no es castigo, sino una alarma cuando es un aviso, y una bendición, cuando nos ayuda a cambiar antes de que sea tarde.
Dios no castiga:
«Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo. Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar perfectamente».
1 Juan 4,18
¿Cuál es la diferencia entre temor de Dios y miedo? ¿De dónde viene esa manera de ver a Dios con tanto temor al castigo? A través del tiempo y de las civilizaciones, los seres humanos han tratado de probar su fidelidad a Dios por medio del dolor y el sacrificio como un medio de obtener favores y regalos. Pienso que equivocadamente todavía interpretamos que el Dios verdadero necesita de pruebas, sacrificios y mortificaciones a cambio de su amor. En aquella época, entregar un sacrificio de cordero al dios del momento, era lo más elevado.
Es difícil amar a quien se le teme. Cambiemos la palabra miedo o temor, por un profundo respeto abrazado de devoción.
Hoy en día aprendimos otras maneras de relacionarnos con Dios, como por ejemplo, por medio de la alabanza que es la acción de afirmar Sus cualidades de amor, compasión y omnisciencia; no porque Dios necesite que le elevemos (ya está elevado y es inmutable), sino para nosotros recordar y alinearnos a su verdad, al imitar sus cualidades.
Lo que yo deseo de ti es fiel amor y no sacrificio. Quiero que ustedes me conozcan, no que me hagan ofrendas.
Oseas 6,6
Lo que Dios pide de nosotros es amor, misericordia y no condenación para los demás y tampoco sacrificio. Quiere que le conozcan, no que le hagan ofrendas ni holocaustos.
Leer Mateo 12
Dios no quiere sacrificios, pero todos tenemos una cruz personal, un reto, un complejo, una falta interna, ya sea física o por una situación de familia. El sacrificio sucede en esos momentos en que tenemos que hacer lo que es difícil, pero es preferible hacer todas esas cosas por amor, como una manera de entrega, pero hacerlo sin identificarnos con el sufrimiento. Tampoco hacer las cosas por el qué dirán, o por obtener aprobación, eso es parte del ego y no es genuino.
Hacer el bien es necesario, y necesitamos ser menos, para que Dios sea más en nosotros, como decía Juan el bautista, y esto a veces no nos llega natural, pero el sufrimiento no es necesario para ser amados. Si necesitamos sacrificar algo, que sea el ego: el falso sentido de importancia, el deseo de venganza, y la necesidad de tener la razón.
La paz es un beneficio que recibimos al soltar y entregar.
Sacro-oficio: Es una acción común elevada a lo sagrado, ofrecida a Dios a través del amor. Este es el contexto elevado.
Busquemos corregir nuestros errores, pero para amar a Dios no es necesario hacerlo desde la culpa o el miedo al castigo, sino desde la responsabilidad y la intención de corregir el mal camino y ser mejores cada día.
Para el que ama no hay sacrificio, sino regalos del alma. Una madre cuidando a su hijo es su regalo de amor, jamás lo hace esperando algo a cambio; aunque sí existen personas que obran aparentemente para el bien, pero lo hacen esperando un beneficio, un reconocimiento, una admiración, una seguridad; pero el amor de Dios es siempre gratuidad, no por mérito.
La otra cara de la moneda es la indiferencia, el egoísmo que solo piensa en sí mismo.
El mayor sacrificio es dejar ir nuestros apegos a cambio de la sanación de Dios. Dejar el alcohol, una relación de abuso, una droga, o comer azúcar de más, no es un sacrificio; es una necesidad porque todos los excesos los alejan de su luz.
Amar al prójimo, buscar el bien, soltar los prejuicios, los apegos y las cadenas de injusticia, es el camino de imitar a Dios. Es, ser un instrumento de bien en cada lugar y en cada momento. Los regalos de paz, de luz y amor, son la consecuencia de caminar junto a Dios.
La palabra pecado viene del griego “hamartia”, y es una metáfora que literalmente significa fallar el tiro al blanco, en el deporte de arco y flecha, o sea perder nuestro centro, desviarnos del bien y del amor, que es nuestra naturaleza. Dios y su amor es el centro. La vida es una búsqueda de este balance entre los extremos.