Si queremos saber cómo está nuestro amor propio, primero preguntar: ¿Cuánto me valoro? La respuesta no necesariamente llega al decir un ferviente ‘claro que me amo a mi mismo’ sino en lo que decimos al mundo a través de nuestras acciones. Nuestras elecciones lejos del amor son un mapa que nos muestra cuán alejados estamos de nosotros mismos y de Dios. Cada vez que me desvío, me doy cuenta que la mayor parte de mis caídas se deben a un amor propio lastimado. El amor propio no es egoísmo, aunque es un extremo del que nos debemos cuidar.
Utilizar estas preguntas como un compás para regresar cuando estemos lejos, no para enjuiciarnos:
¿Necesitas la aprobación de otros? ¿El trabajo es la prioridad en tu vida? ¿Estás en una relación tóxica? ¿Tienes una adicción? ¿No eres generoso? ¿Das en público? ¿Te valoras sólo por lo que tienes? ¿Escondes la verdad? ¿Estás tolerando una situación intolerable? ¿Te sientes inferior? ¿Sientes que tu vida no vale la pena? ¿Te sacrificas en vano? ¿No puedes decir no? ¿Mientes para cubrir una adicción?
Ninguna de estas acciones dicen ‘no vales’, pero sí pueden apuntar a una falta de amor propio. Nuestras acciones dicen más que las palabras.
La medida de nuestro amor propio se mide por la manera en que tratamos a los demás y cómo permitimos que nos traten.
Buscamos a otros para que nos valoren, pero debemos ir a Dios para saber nuestro valor; sólo un experto puede valorar una piedra preciosa como tú.
Ojo, nuestro valor nunca proviene de nuestras pertenencias, ni de nuestros resultados, ni de nuestro peso, ni de nuestros seguidores, ni de las opiniones ajenas, ni de nuestros logros, ni tampoco de ser perfectos, pues nadie en este mundo es libre de error.
Existen personas que sólo caminan con personas exitosas, necesitan el brillo de la adulación exterior, o de los seguidores. Personas verdaderamente seguras de sí mismas igualmente no caminan por encima de los demás, pero tampoco por debajo, sino hombro con hombro, sabiendo que somos uno, que somos iguales. Tal como niños valiosos en una escuela, todos somos amados y preciados, sin importar el grado de la escuela en donde nos encontremos.
El no sentirnos suficientes nace de una falsa creencia que nos dice que necesitamos de algo exterior para completarnos, los medios sociales no ayudan, tampoco las creencias religiosas que nos describen como seres culpables que no merecen el amor, olvidan que Dios lo hizo todo “bueno”.
Dios creó todo bueno, como dice en el Génesis. La sustancia original de todo este universo y de nuestro ser, es Dios, y es amor y todo bueno. Invoquemos su benevolencia.
Fuimos creados a Su imagen y semejanza, y aunque podemos perder la semejanza, jamás podemos perder Su imagen.
El que no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor
1 Juan 4:8.
Sentirnos inferiores, viene de una conclusión errónea que adoptamos quizás por algún suceso en el pasado que hace que algunos se nieguen a recibir, y a otros, a tomar para sí más de la cuenta. Este desbalance es la falta de amor propio escondida en nuestro subconsciente, que se manifiesta como una sigilosa sombra que sale en los momentos más inoportunos para interferir en nuestros mejores momentos y sabotearnos en nuestras mejores intenciones. Necesitamos estar despiertos para detenerla o al menos reconocerla (la sombra).
No sabemos de dónde nació el error, si de una palabra mal dicha o de una percepción limitada, lo que sí sabemos es que para erradicar la falta de amor, se necesita infundir amor de Dios en el alma, el cuál irremediablemente desemboca en el amor a nosotros mismos.
Jesús dijo, “Ama a tu prójimo COMO A TI MISMO”, mostrando que para amar a otro, primero debes ser capaz de amar a Dios y a ti mismo, que es reconocer a Dios en tu interior.
El amor propio es lo natural cuando reconoces que eres parte de lo Divino, cuando recuerdas que tu valor proviene de un amor incondicional más grande que nada en esta tierra. Que estás echo por las manos de Dios y eres de su misma substancia de amor. Esa experiencia se consigue por medio del silencio, de la invitación consciente de Su Presencia, la autoobservación, la oración, la aceptación, el agradecimiento y del perdón.
Cuando tomas control del caballo de tu mente y de lo que piensas, y sujetas las riendas de tus emociones, entonces puedes reconocer por medio de Su gracia infinita, que tu valor y Su amor por ti son sencillamente incalculables.
Oración:
Gracias Dios, me acepto tal cual soy y perdono errores e imperfecciones sabiendo que en ti soy, un alma perfecta. Gracias por tu gran amor, el que te devuelvo por medio de un eterno agradecimiento por ser quién soy, como soy.
Gracias por acompañarme en estos 40 días y por sus comentarios. Algunas lecciones están en mi libro: Los ciclos del alma Gracias por compartir estas lecciones en los medios sociales a continuación, pueden ayudar a otros a tener un poco de esperanza en este tiempo.
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Dios te bendiga por llevar a otros esperanza y claridad. Nos hace tanta falta comprender que vinimos con el equipaje necesario para amarnos, solo tenemos que buscar en nuestro interior. Gracias.
Gracias a ti por la oportunidad !