
El don de la piedad
La palabra piedad viene de la palabra pietas del latín pius, que significa devoto o bueno.
Literalmente cuando pedimos a Dios su piedad, estamos pidiendo que se haga su voluntad que es lo bueno.
El don de la piedad es un don cuyo significado se confunde a menudo, por ejemplo, no significa tener lástima. La piedad es mucho más que un sentimiento, es un don que nos hace pacientes, humildes, y que nos lleva a tener esa paz que tanto buscamos con Dios.
En el contexto cristiano del don del Espíritu Santo, piedad no significa tener pena por otro, sino al contrario, es una gran devoción inspirada por el mismo amor de Dios, el cual nos recuerda que todos somos parte del mismo cuerpo de Cristo. Es esa revelación la que nos lleva a tener compasión y misericordia. Antes pensaba que Cristo estaba reservado para un solo grupo, pero realmente Cristo es como el oxígeno, está para todos, a menos que asfixiemos nuestras vidas por medio de la indiferencia, el odio, el egoísmo y el prejuicio.
Todos somos Uno con Dios. Este don no viene de la voluntad sino del vínculo que nace como consecuencia del reconocer esta verdad de unidad en el alma, lo que a su vez nos lleva a actuar de acuerdo con la luz de esta verdad; con compasión, empatía y amor hacia los demás, porque somos parte del mismo cuerpo. Papa Francisco decía sobre este don:
Cuando el Espíritu Santo nos hace sentir la presencia del Señor y de todo su amor por nosotros, nos reconforta el corazón y nos mueve de forma natural a la oración y la celebración. Piedad, por tanto, es sinónimo de auténtico espíritu religioso, de confianza filial con Dios, de aquella capacidad de rezarle con amor y sencillez que caracteriza a los humildes de corazón. (1)
El Papa Francisco aclara que este don no es lo mismo que el pietismo, no es tener la cara larga, fingir ser santo, ni sentir lástima, sino que es lo contrario, nos lleva a llorar con quien llora y a reír con quien ríe, a consolar y a socorrer al necesitado.
El Espíritu Santo nos muestra este gran amor llevado por la devoción, que nos abraza por medio de un gran vínculo de una manera especial.
Es importante no pedir la piedad a Dios, desde la perspectiva de rogar a un Dios vengativo que no nos castigue. Más bien es una muestra de humildad y entrega para nosotros soltar, y permitir LA Voluntad de Dios, que es el bien, el amor, la paz, la justicia y su protección. La confusión probablemente viene de Lucas 18,13 cuando el recaudador de impuesto tiene un momento de cambio de corazón: “Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: `Dios, ten piedad de mí, un pecador.’
Mirar nuestros errores y buscar reparación es natural, pero golpearnos el pecho es relacionado a la culpa, pero la culpa es un sentimiento dañino que no sana y que no comprende la Gracia y el don de Dios. Para comprenderlo, repito esta explicación del evangelio de Juan a menudo:
En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 1 Juan 4,18
Sobre esta oración que practicamos en la iglesia Bizantina, desde la perspectiva del amor y no de culpa, sino de la aceptación de que nada podemos hacer sin Dios. Dice así: “Señor Jesucristo, ten piedad de mi”.
Repetida varias veces nos conecta con su voluntad. No es un llamado a Dios para que sienta pena o lástima por nosotros, Dios solo siente amor, sino a invitar humildemente su voluntad misericordiosa y compasiva, para que haga lo que vea pertinente en nuestras vidas. Es otra manera de decirle: “Señor, ten piedad. Dios, haz tu voluntad”. Para que se haga la voluntad De Dios es necesario soltar la nuestra. Repetimos esta oración en la misa sin quizás pensar en lo que significa, pero es muy poderosa, pues abre el camino a la acción de Dios en nuestras vidas.
En la Biblia, en el recuento de las palabras de cómo nuestros ancestros se comunicaban con Dios, se encuentran tanto palabras pidiendo a Dios no tener piedad con los enemigos, como otras pidiendo a Dios piedad de nosotros, como los Salmos de David:
Ten piedad de mí, oh, Dios, ten piedad de mí, porque en ti se refugia mi alma; en la sombra de tus alas me ampararé hasta que la destrucción pase. Salmo 57,1
Pero quizás más que las palabras vemos la piedad en pura acción por medio de la vida de Jesús cuando dijo en medio de su muerte, “Perdónalos, que no saben lo que hacen.” o todas las veces que eligió sanación en vez de castigo para todo el que se le cruzaba.
La palabra misericordia que se usa como sinónimo de piedad, tiene la raíz core en su interior, o sea la capacidad de sentir el dolor ajeno por medio de un corazón despertado por este don.
La reverencia y la paz verdadera vienen de reconocer a Dios en los demás, pero no podemos reconocer a quien primero no conocemos. Cuando sientes la reverencia ves la diferencia. Lo primero es entablar una relación con él. Por ejemplo, al leer algunos párrafos de la Biblia comienza una relación inexplicable. Ora sin cesar, que es lo mismo que hablarle y tenerle en cuenta durante todo tu día. Das un paso hacia él y verás que Dios dará mil pasos hacia ti.
(1) Cita de: Audiencia general junio 2014 Papa Francisco en el Don de la piedad
Gracias por leer las lecciones y por sus comentarios. Algunas de las lecciones están en mis libros, aquí mis enlaces. Gracias por compartir estas lecciones en los medios sociales, pueden ayudar a otros a tener un poco de esperanza en este tiempo. Mañana tendremos otra lección, todas van invocando y aclarando los diferentes dones, no olvides hacer la oración de la primera lección.
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Por Sharon M Koenig Derechos Reservados 2025