
Los humanos tenemos una desventaja, vivimos con limitaciones de tiempo y espacio, y no vemos a través del tiempo. No tener suficiente fe y hasta dudar no es pecado, y Dios nos escucha incluso en esos momentos en que no tenemos ni gota de fe. Crecer en la fe, es una disciplina, es el desarrollo de la certeza. Recuerda sus palabras, un grano de fe mueve montañas.
Que Dios conceda cada deseo no depende de nosotros, pero que nosotros escuchemos a Dios, está en nuestras manos. Lo importante es saber que solo Dios es el más justo, compasivo, lleno de misericordia y de amor, y en la medida que nos acerquemos a Él reflejaremos esas cualidades en nosotros.
Necesitamos un cambio de corazón, la palabra Metanoia que es la traducción original de la palabra arrepentimiento, META (Cambio) y NOUS (Mente) significa transformación de la mente. No significa darnos en el pecho al juzgar a otros al decir “arrepiéntete”, es hacer cambios minúsculos día a día, hacia una nueva dirección consciente, que es la consecuencia de haber despertado a Su amor. Necesitamos graduarnos desde la fe, para llegar a la certeza.
En Marcos se lee que Jesús había invitado a los pescadores al lago y era de noche. Justo después comienza una tempestad. Dice la historia que Jesús se había quedado dormido mientras los apóstoles rogaban que se despertara.
“¿Es que no te importamos?” Jesús se despierta y al tener dominio sobre La Tierra y sus aguas, les dice: “Calma”.
Hoy en día los apóstoles somos todos, nos ha caído la noche; no hemos pasado una tormenta cuando ya vemos otra acercándose en el horizonte. Tal pareciera que Dios se ha quedado dormido. Pero en la historia, Jesús no estaba indiferente, sino tranquilo en la certeza de que Su Padre siempre le escucha como dice en Juan 11,42
Necesitamos pedir en su nombre:
“Jesús, despierta, calma esta tormenta y calma mi alma”.
Dios sólo parece dormido cuando no le hemos llamado. Sin embargo, observa qué pronto Jesús respondió a sus apóstoles en la tormenta cuando éstos le reclamaron, aun cuando estaban como estamos nosotros a veces, sin gota de fe.
La fe no es esperar, o desesperar, sino descansar en el entretanto, sabiendo que con Él estarás bien. La palabra fe, viene de fides/ fidelidad, que es ser fiel a esa percepción de Dios como el más bueno y lleno de amor, es tener fe en nosotros mismos, en que no importa el reto, con Dios podremos superarlo, porque Dios es fiel.
Como hemos compartido anteriormente, las palabras Voluntad de Dios, se utilizan demasiado e indiscriminadamente, a veces hasta para justificar calamidades, pero ellas no son la voluntad de Dios. Recordemos que los frutos del Espíritu son: el amor, la paz, la fidelidad, la compasión, la paciencia, la benevolencia, la dulzura, el autocontrol, no la muerte. Gálatas 5,22
Entonces vamos a hacer como Jesús y dormir tranquilos esta noche, en la paz de saber que nuestra vida está en Sus manos, y que una vez que le invocamos, siempre responde.
Tener fe, es saber que él nos escucha, y aunque pareciera que está dormido, Dios está trabajando en las mejores soluciones.
Lo importante es saber y reconocer que sólo Dios es el más justo, compasivo, lleno de misericordia y amor. En la medida que nos acerquemos a él reflejaremos esas cualidades.
La fe no es ser perfectos, tampoco es algo que necesitamos sentir, sino que es una elección de invitar a Dios en cada momento, tal como los apóstoles decían a Jesús en Lucas 17,5, no importa cómo te sientas.
¡Auméntanos la fe!
Los apóstoles
Entonces el Señor dijo: «Si tuvieran fe como un grano de mostaza, dirías a esta planta de higo: “Salte de la tierra y plántate en el mar. Y les obedecería». Lucas 17,5
Y Jesús les dijo: Por su infidelidad; porque de cierto les digo, que, si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, (señalando al monte) le dirías a este monte: Pásate de aquí para allá; y se pasaría; y nada les sería imposible. Mateo 17,20
A menudo hablo con personas que han tenido pérdidas impensables, retos que pareciera que son imposibles de superar, y luego de un pedido, una oración, y una alineación a Dios, he visto cómo, por ejemplo, en medio de un funeral, les ha llegado una inesperada calma.
Necesitamos paciencia, todavía no hemos aprendido a tener verdadero dominio sobre esta tierra, ni siquiera sobre nosotros mismos (y recuerda que Jesús nos decía que podíamos hacer grandes cosas, tal como él), pero Dios sabe lo que cada cual puede dar en cada momento.
Mientras crecemos en la fe, recordar que todo milagro lo hace Dios. En momento de reto, es el momento de recurrir a Dios, y decirle:
“Mi Dios dame la paz para poder descansar en lo que calmas esta tormenta. Yo confío”.
Recuerda que la paz que Dios da no es la Paz que da el mundo.
«Mi paz les dejo, mi paz les doy», decía. «La Paz que doy no es la misma que el mundo da. No se turbe su corazón, ni tenga miedo». Juan 14,27
La paz de Dios sobrepasa todo entendimiento. Aunque no comprendamos nada, invoca y recibe la paz de Dios:
«Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús». Filipenses 4,7