
“De repente se oyó un gran ruido que venía del cielo, como cuando sopla un viento fuerte, que resonó por toda la casa donde se encontraban.”
Hoy celebramos el día de Pentecostés, 50 días luego de la Resurrección, día que según se cuenta se derramó el fuego del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. Luego de Jesús estar 40 días instruyéndoles en la tierra, se dice que se elevó al cielo, pero no está allá arriba sino en todas partes y nos ha enviado al Espíritu Santo para cuidarnos. «No estarán huérfanos», dijo Jesús, el Espíritu Santo ese día bajó como una gran cascada de luz y bendiciones.
Cuando hablamos del Espíritu Santo, algunos creen que se recibe solo en avivamiento y se muestra al hablar en lenguas extrañas, pero es mucho más profundo y a veces sutil, es una metamorfosis y un despertar del corazón que trabaja sin parar. Ese día que se dice que bajó el Espíritu Santo, una de las cualidades descritas era que todos entendían, incluso a los que hablaban diferentes lenguas. Pienso que lo que está ocurriendo en el planeta con tanta separación y guerra es falta de conexión con El Espíritu Santo, que es el dador de vida, el que todo lo aclara y nos da entendimiento para comprender, incluso a los demás, esto es una primicia de la compasión. Cuando caminamos con Dios, el fruto del amor abre la puerta de toda comprensión, la habilidad de hablar con las otras personas que hablan otros idiomas y tienen otras costumbres, no es solo cuestión de lenguaje, sino que es fruto del amor. La habilidad de comprender y ver más allá de las intenciones expuestas es también un don.
Les comparto una poderosa oración inspirada en el (Rito Bizantino), una oración de dar gracias luego de la comunión adaptada de San Simeón el Traductor, pero que podemos hacer, para invocar sanación. Es también un llamando al Espíritu Santo:
Oh, bondadoso que por tu divina Voluntad me has alimentado con tu Espíritu. Tú que eres fuego y luz sanadora…penetra en mí, cubre todo mi cuerpo, y corazón y quema las espinas de mis tribulaciones y errores, purifica mi alma y sana mi mente, fortalece mis huesos y mis nervios, ilumina mis sentidos y afírmame en tu reverencia, cúbreme y vigílame, aleja de mi toda obra y palabra dañina al alma, límpiame y purifícame, corrige mis pasos, adorna, enséñame e ilumíname y transfórmame en un templo de tu Espíritu.
Esta semana celebremos Pentecostés, cuando se dice que la lluvia del Espíritu Santo cayó sobre los discípulos de Jesús, unas llamas de fuego (pero refrescantes), o mejor dicho de Luz. Sucedió 50 días después de la Pascua de Resurrección, luego de que Jesús caminara en la tierra por 40 días con sus apóstoles. Los eventos del día de Pentecostés suceden 9 días luego de la Ascensión de Jesús. Originalmente esta festividad hebrea celebra cuando Moisés recibe los 10 mandamientos, y también celebra la liberación de la esclavitud de los hebreos de Egipto. Igualmente, el Nuevo Testamento da un nuevo significado al día de Pentecostés: Por la resurrección de Jesús los seres humanos estamos llamados a un éxodo o liberación de la esclavitud de las fuerzas de este mundo hacia un estado de plenitud y perfección (El Reino de Dios). El regreso por medio del Espíritu Santo que Jesús prometió ocurrió ya y está representado por medio de la celebración de recibir los frutos del Espíritu, cuando los apóstoles recibieron “un poder superior”, es considerado también el inicio de la iglesia (aquellos que se reúnen en el nombre de Dios)”. Entonces Jesús le abrió la mente a los discípulos para que pudieran entender las escrituras.”
“Ahora voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan pues en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza, que viene de arriba”. Lucas 24, 49.
En nuestra tradición (Bizantina y ortodoxa) Cristo ya está entre nosotros por medio de su Espíritu Santo: Pentecostés se conoce como un día apocalíptico, que significa revelación, o sea el día de la revelación final. También se llama un día escatológico, lo que significa el día del final -final y perfecto (en griego eschaton significa el final). Porque cuando viene el Mesías y se acerca el Día del Señor, se inauguran los “últimos días” en los que, “Dios declara: . . . Derramaré mi Espíritu sobre toda carne “. Esta es la antigua profecía a la que se refiere el apóstol Pedro en el primer sermón de la Iglesia cristiana que se predicó el primer domingo de Pentecostés (Hechos 2: 1 7; Joel 2: 28–32). (Orthodox Church of America).
También se cumple la profecía de 2, Juan 14 Dios en nosotros: “Y yo le pediré al Padre que les mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con ustedes. …No los voy a dejar huérfanos; volveré para estar con ustedes. Dentro de poco, los que son del mundo ya no me verán; pero ustedes me verán, y vivirán porque yo vivo. En aquel día, ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes están en mí, y yo en ustedes». (2) Juan 14
Esta semana celebramos los Frutos del Espíritu Santo. Cuando Jesús decía: “Por sus frutos los conocerás”, no se refería a demostraciones de frutos económicos, una vida llena de grandes obras, libre de problemas y con salud perfecta. Las manifestaciones del Espíritu Santo son mucho más que regalos o suerte, sino que son pura Gracia.
Al final, el fruto principal del Espíritu Santo es poder ver todo desde la perspectiva de Dios, que es el amor.
El Espíritu Santo es como los rayos del sol, cae sobre todos, podemos elegir caminar junto a él y colocarnos bajo sus rayos. Luego Dios como el sol, hará el resto.
¿Qué es el Espíritu Santo?
Hoy celebramos ese día en que el Espíritu Santo llegó y se posó sobre nuestra iglesia universal (aquellos que se reúnen en el nombre de Dios, recuerden que la palabra católico significa universal), si lo permitimos, también Él nos sostendrá. La tercera parte de la Trinidad: El Espíritu Santo es verdaderamente universal, conocido como el abogado de las cosas de Dios, es quien vela y nos revela la verdad, es el defensor de la falsedad.
La mayoría vivimos al revés, concentrados en conseguir lo que pensamos que nos dará los “frutos” de la paz y del amor, pero queremos hacerlo por nuestros propios medios, olvidando que primero necesitamos regresar a Quién nos da la capacidad de tener los dones. Los frutos son la consecuencia de recibir estos dones. Buscar primero el Reino de Dios y luego todo llegará por añadidura.
Pablo hablaba del Espíritu de Cristo desde una perspectiva universal, es de todos, está en todos. “Todos se han revestido de Cristo…” Dice en Gálatas que en el pasado los hombres dormidos estában sometidos a la Ley (material de este mundo), también dice que aunque en el pasado esta Ley los llevaba a Cristo, hoy con el Espíritu Santo, ya no necesitan ser esclavos de esta Ley (regida por la naturaleza de este mundo con sus rituales). Ya no hay “que observar ciertos días, y lunas nuevas y tal tiempo y tal año”. Decía Gálatas 4,8.
Jesús decía que NO había venido a cambiar la Ley sino a mostrar cómo cumplirla realmente. La fuerza de Dios sobrepasa todas estas reglas, porque Dios vive fuera del tiempo. Recuerden que hasta Jesús fue sometido a esta Ley material (Una vez más leer Gálatas) al nacer de una madre terrenal, nuestra Virgen, precisamente para rescatar a los que están bajo la Ley de este mundo.
Cuando regresamos a Dios ya no somos esclavos del mundo sino hijos.
Jesús “En el mundo hay aflicción, pero no desesperen, yo he vencido el mundo”., decía Jesús.” Juan
«Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad». Juan
Una vez estás regido por el amor del Espíritu Santo no estás sometido a las leyes materiales de este mundo sino a la Gracia. “Como el hijo que reclama al Padre ¡Abba! “. (Pablo en Gálatas 4)
Abba es la forma personal de referirse al Padre (guardado solo para alguien cercano en su idioma), a Dios, que utilizaba Jesús para referirse al Padre y que nos mostró para tener una relación personal con un Dios quien es omnipresente, pero a la vez cercano.
“Busquen las cosas de arriba, hagan morir esa parte terrenal de amor a cosas que se usan, que se gastan y que se desaparecen…póngase un vestido nuevo. Que esté revestido de: ‘La compasión tierna, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia’ “. Colosenses 2-3
Los Dones del Espíritu Santo aquí, según Isaías, los hebreos hablan de seis:
«El espíritu del Señor estará continuamente sobre él, y le dará sabiduría, inteligencia, prudencia, fuerza, conocimiento y temor de Dios» Isaías 11 DHH
Por otro lado están en Corintios – 12,8 -10 – Sabiduría, conocimiento, fe, dones de sanidad, operación de milagros, profecía, discernimiento de espíritus, interpretación de lenguas.
*Temor de Dios no es miedo sino una reverencia sobrecogedora.
Tomás de Aquino habla de 7 dones en la Suma Teológica y añade la Piedad.
Esos 7 dones son sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
Por esta semana invocaremos, y estudiaremos estos dones más importantes. La próxima lección estará disponible mañana y diariamente por 9 días. Guarda este enlace del curso y regístrate.