Perdí a mi mamá el pasado agosto. La pérdida de la madre, es dolorosa. Las madres y los hijos tienen un enlace químico, espiritual y fisiológico especial. No existen palabras para calmar el alma cuando un ser querido se va, pero podemos cambiar un poco nuestra perspectiva sobre la muerte para evitar el sufrimiento, que es resistir o negar. Tememos lo que no conocemos, pero la fe en un Dios bueno y misericordioso junto a la certeza de un mundo nuevo luego de la vida nos brindará la paz.
Diferentes creencias religiosas definen la muerte y su viaje de diferentes formas, pero al final la mayoría cree en una continuación luego de la vida. “En la casa de mi padre existen muchas moradas”, decía Jesús. Somos alma, cuerpo y razón (mente, logos) decía Aristóteles; en consenso somos almas revestidas de un cuerpo temporero con fecha de expiración. Todos somos viajeros en el tiempo, pero algunos se adelantan. Nacemos en grupos junto a unos acuerdos de amor para aprender lecciones que se quedan en la tierra, pero que se van en nuestro corazón al Cielo. Los que se van, son compañeros de viaje que adelantaron su vuelo de regreso a casa, dejando atrás los roles y personajes temporales de la tierra para convertirse en seres de luz y amor; seres sin tiempo ni edad.
Se debe festejar más la partida que la llegada, sin embargo el pensar que solo existe este mundo material o que hay un juicio severo al otro lado, nos angustia, pero la muerte física es una continuación, un regreso y una oportunidad para seguir creciendo en la unidad con Dios, conocido como salvación (etimología que significa sanar, unido, entero, íntegro, no dividido). Existe un proceso cristiano del oriente no muy conocido al que se le llama Teósis: que es crecer en la semejanza y en la divinidad de Dios.
La muerte es solo un pequeño paso en el proceso de unión y semejanza de Dios.
Los que sueñan con sus seres queridos los ven alerta, sanos y con el cuerpo joven en su mejor momento, quizás con un cuerpo transfigurado (de luz, según la experiencia de Jesús en el Monte de Tabor.
Ni la muerte ni la enfermedad son castigos de Dios, sino que son Ley de la vida en este plano material de existencia. Los árboles no sufren al dejar ir sus hojas, ni la mariposa su capullo, son parte de la naturaleza y de los ciclos de la vida.
La mayor angustia de los que temen a la muerte, es el miedo a la condenación.
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Observaciones
Hablando con personas que han tenido pérdidas, puedo ver que cuando alguien se va, Dios usualmente ya nos ha preparado el camino, nunca nos deja desconsolados y si miramos de cerca, dentro de la experiencia de la partida siempre hay un regalo, inlcuyendo la urgencia de vivir. Ser testigo de la mortalidad es como el agua fria en nuestra cara, nos despierta. La mejor manera de honrar a un ser que ha partido es viviendo plenamente nuestra propia vida en la tierra, en el ahora. El fin de la vida es crecer para lograr a llegar a ser “nosotros mismos”, cuando nuestro ser externo, ese que mostramos al mundo es un auténtico reflejo del interior.
La personalidad que mostramos al mundo, con errores y aciertos se queda en esta Tierra, es fútil apegarnos a logros, personas y posesiones.
El Espíritu en nosotros, es literalmente Dios en nosotros. La meta es como decía Juan el Bautista, ser menos, para que Dios sea más en nosotros. Es por esta razón, que necesitamos perdonar, y hacer una diferencia entre un alma, y su cuerpo físico, con sus acciones en la tierra. El alma es luz, mientras que el cuerpo, la personalidad y el ego son temporeros y sujetos a los vaivenes de este mundo. Nuestros aparentes talentos son préstamos, ajustados a la lección de vida asignada en la tierra, es mejor utilizarlos para bien.
Para evitar el sufrimiento, se da el amor y el perdón total en vida, para que en la partida, el mal sabor de lo que pensamos que no se dió, no se ahogue en lagrimas de angustia. Pero, nunca es tarde, porque las almas siempre pueden escuchar un perdón, o una sincera conversación en cualquier momento; estamos conectados por lazos de amor, pero también por lazos de desesperación y angustia; es mejor liberarse mutuamente.
Es posible que cuando sea nuestro turno algunos de los seres queridos o amigos que se han ido, nos escorten desde la entrada de la puerta terrenal hasta las delicias del Cielo. Las conversaciones que comunmente escuchamos tener a un moribundo con sus familiares fallecidos, con Jesús y los ángeles no siempre son ilusiones ni resultado de la morfina sino experiencias del más allá que se repiten en varias culturas.
Sentir tristeza es algo natural y temporal que sana eventualmente, y aunque el sentido de la pérdida de un ser querido jamás se va, el sufrir indefinidamente, y enterrarnos con el que se ha ido, o perpetuar promesas impagables, va en contra de la naturaleza del amor y de la vida.
Pasemos más tiempo con los vivos.
Algunos equivocadamente piensan que el dolor y la angustia, mantendrán a nuestro lado al ser que ha partido. En cierta manera es cierto, pero en lo negativo, ya que nuestro apego puede atrasarlos en su viaje; les carga el alma y nuestra tristeza no podrá cambiar lo ocurrido. Igualmente a veces el sufrir viene por pensar que algo pudiéramos haber hecho para evitar la muerte o retrasarla, pero todavía nadie ha podido robar suspiros al tiempo, cada cual tiene su hora.
Hoy recuerda a los seres que se fueron con amor, los rituales de cada religión nos calman y conectan a la esperanza, al consuelo y al amor de Dios.
Si te da paz enciéndele alguna vela. Hablar de sus historias es la mejor terapia, escribe una carta pidiendo perdón o perdona; expresa con un pensamiento aquello que no se llegó a decir en vida. Haz un proyecto de ayuda en su nombre, tus acciones buenas en la tierra, repercuten con todos los seres de tu cuadro familiar, vivos o muertos. Ellos te escuchan, no están lejos, sólo están detrás de un velo, el cual pasaremos para re-encontrarlos.
Velas, flores, o una cena compartida con amigos y familiares recordando al que se fue, es perfecto. Recuerda que la oración igualmente eleva el alma. El duelo tiene su tiempo y no puede acelerarse.
La oración a Dios es como una luz de bengala enviada al cielo, que siempre nos responde con un bálsamo de paz para calmar el alma, es inexplicable, pero sucede; pedir a Dios.
Hoy da las gracias por el tiempo pasado con ese ser querido que partió, haya vivido poco o mucho el tiempo es un regalo y cuando es corto a veces se valora más, por eso agradecer por los que están a nuestro lado. La vida es fugaz como la llama de las velas, por eso es importante vivir hoy, porque la vida es un regalo, pero la muerte también lo es, porque es el principio de la vida eterna con Dios. La eternidad no es un largo tiempo, sino que es un estado donde ya no hay tiempo, como diría Agustín de Hipona
Dejar ir a los que han partido; viviendo nosotros el presente es el mejor regalo. Ya no podemos darles cosas físicas, pero nuestra paz y dicha junto con nuestras oraciones por su alma, son el mejor regalo y lo único que puedes dar a alguien que partió.
La muerte sólo es la vida detrás de la vida. La muerte es solo la nueva vida cuando se levanta el velo.
“Hoy entrego esta alma a Dios y doy gracias, hoy en su nombre voy a vivir mi más alta expresión en la tierra. Ya nos veremos pronto en el cielo, pero por ahora voy a vivir plenamente el tiempo que me queda en la tierra. ”
Al otro lado del velo, los que han partido no están sólos, y no importa sus errores terrenales, son recibidos por sus propios seres queridos y maestros que se han adelantado. Muchos tienen un encuentro con las elecciones y vivencias de su vida junto al ser espiritual con quien encontraron refugio en vida; según la cultura ésta experiencia puede presentarse diferente. Esto no es es en forma de juicio para condenación eterna, sino de lecciones aprendidas, por las elecciones no tomadas y también las tomadas.
Cuerpo nuevo
Somos alma y al dejar el cuerpo perecedero volvemos a la vida. En realidad morir es vivir, es regresar a nuestra naturaleza. Como comentamos, muchos familiares al perder un ser querido de edad avanzada o enfermo, los ven en sueños como si estuviera jovenes, o completamente sanos, por ejemplo, caminando si era inválido. El cuerpo que recibimos al otro lado, es de luz, ya no se enferma y adapta nuestra conciencia; nos veremos como en el mejor momento.
En las liturgias, se tratan a los santos, ángeles y los apóstoles, como si nos escucharan. Los rezos y oraciones diarias, igualmente dan luz al que se fue por varias semanas luego de la muerte.
Es natural sentir las emociones profundamente y pasar por el duelo, de hecho es importante para nuestra sanación. Lo que no es natural ni beneficioso para el alma del que partió, ni para la nuestra, es el aferrarnos al ser que ya se fue; esto sería la negación de un orden. El sufrir, que es el resistir la muerte, viene de no aceptar.
La intensidad del sufrimiento, no logrará cambiar la realidad de la partida, pero afectará nuestra calidad de vida.
Es importante honrar a nuestros seres queridos pero no podemos morir con el que se ha ido, ni tampoco sufrir indefinidamente apegados a su vida antes de la partida, para algunos esto puede convertirse incluso en una puerta de escape, para no enfrentar su propia vida y así evitar vivir su propia realidad.
…sus días están determinados, el número de sus meses te es conocido, y has fijado sus límites para que no puedas pasarlos. Job
Honramos al que se va por medio del perdón, y del recuerdo de los buenos momentos.
Si lo vemos de la perspectiva de que somos almas eternas cumpliendo ciclos y que para vivir en este planeta tuvimos que adoptar un traje temporero con fecha de expiración, un traje terrenal cuya naturaleza es impermanente y perecedera, tendremos la oportunidad de sentir paz y vivir plenamente.
Resistir la muerte, es como si un pez resistiera el mar o las aves el viento.
Para llegar a hacer la paz con el concepto de la muerte, primeramente debemos internalizar que es completamente natural dejar este plano en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. La muerte no se puede forzar, no se puede predecir, tampoco se puede provocar; esto sería una violación de las leyes y el orden. No hay nada que puedas hacer para evitarla cuando llega el momento, entonces por qué angustiarnos.
Cuando experimentes una pérdida, mira a tu alrededor, agradece y no des la espalda a quienes todavía están a tu lado.
Gracias por acompañarme en estos 40 días y por sus comentarios, los leo. Algunas lecciones están en mi libro: Los ciclos del alma Gracias por compartir estas lecciones en los medios sociales, pueden ayudar a otros a tener un poco de esperanza en este tiempo.
Gracias por seguir la Cuaresma y por compartir, algunas lecciones son de mi libro Los ciclos del alma, comparte y sígueme en las redes https://linktr.ee/sharonmkoenig
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