Día 38 Cuando hablamos de templo, siempre pensamos en la iglesia, y cuando hablamos de iglesia pensamos en una estructura. Pocas cosas provocaban la ira de Jesús, una era la hipocresía y la arrogancia de los fanáticos religiosos y la otra era el mal uso del “templo”.
Hay una historia en que Jesús entró al Templo y se encontró a los mercaderes sentados delante de sus mesas, los echó a todos de allí y dijo : “Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Muchas personas utilizan la religión para obtener ventajas, se venden por donaciones, por seguridad, por admiración, por obtener privilegios y de esta forma corrompen su mensaje, y su Templo se convierte en una constante adoración para ellos mismos.
La casa de Dios demasiadas veces es utilizada para los propósitos equivocados. Existe un poder silencioso que se le da a la persona que dice representar a Dios. Cuando alguien busca un lugar de adoración siempre les digo que busquen y encontrarán, pero recordar que todos somos humanos. Sobre la fe, además de cómo obtenerla, es importante quitar las barreras que la debilitan. La duda y la falta de confianza, causadas por las acciones de otros, forman parte de este muro espiritual. Nadie es perfecto, pero existe una diferencia entre crimen y pecado, a veces son ambos, pero en la tierra, en caso de un crimen de parte de un representante de Dios, es mejor llamar a las autoridades. Esto ha sucedido en la Iglesia por años, he conocido de primera instancia historias que han marcado por siempre a sus creyentes. El fanatismo hace que a veces, en vez de criminalizar a estos sacerdotes o pastores, muchos culpan a la víctima, y luego simplemente mueven al agresor de lugar, o pagan millones por su silencio. Es necesario hablarlo, no negarlo y exigir que nuestra iglesia cambie sus políticas. A los fieles, no siempre es necesario ser “fieles”, se les ha enseñado a aceptar, pero aceptar no es lo mismo que resignarse ni callar. El movimiento #Metoo ha dado permiso para que el silencio de muchas víctimas en diferentes instituciones se rompa.
Nuestro cuerpo es utilizado como parte de la metáfora del Templo de Dios, (1 Corintios), y a su vez se utiliza el cuerpo de Cristo como sinónimo de la iglesia, que no es una institución o edificio, sino que significa, todos aquellos que se reúnen en nombre de Dios. Cristo no es un apellido es una designación especial, el ungido, y también es conocido como un gran cuerpo, y Dios es todo, en él nos movemos y existimos (Hechos 17).
Nuestro cuerpo también es sagrado. ¿Qué necesitamos echar de nuestro Templo personal? Quizás sea droga, alcohol o adicción a juego o a comidas no saludables, a relaciones tóxicas, deseos, mala compañía o un trabajo que vende un producto, idea o mensaje que hace daño a los demás. Ser íntegro no es ser perfecto, pero sí es ser auténtico, puro, real, completo, y regresar cada vez. Para caminar con Dios es positivo cada día, hacer un recuento valiente de qué cosas nos atrasan o son incompatibles con nuestro bien y las lecciones de compasión.
Pidamos al espíritu de Dios que nos sane de la impureza de eso que no somos nosotros, que puede ser envidia, odio, rencores o miedos. Si le pedimos, el espíritu de Dios entra en nuestro templo y echa afuera lo que no nos pertenece. Invoquemos. El amor al final, echa afuera el miedo, dice Juan, pidamos discernimiento y guía para encontrar un lugar y un guía espiritual saludable, existen muchos círculos de fe maravillosos donde podemos orar en grupo, otros sienten que prefieren adorar individualmente, lo importante es continuar nuestra comunicación con Dios, sin perder la fe. Dios nos encuentra donde estemos y al final aunque la fe crece en grupo, y aprecio los rituales, pero al final para hablar a Dios no hacen falta intermediarios.
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