Día No 19

No esperes a ser perfecto para vivir la vida que quieres vivir. Escribo sobre lecciones espirituales aprendidas en el camino de la imperfección. No soy la autoridad de la perfección porque no soy perfecta, ni siquiera cerca. Pero si hubiera esperado a estar cualificada y preparada, y con la experiencia necesaria para llevar a cabo mi propósito, nunca hubiera sido el momento indicado. He dicho “sí”, a muchas tareas, algunas de las cuales sentía que aún, no estaba “preparada”, incluyendo escribir sobre un tema tan delicado como la espiritualidad. Esa frase que repetimos tanto como “aún no”, nos roba la vida, y la otra “hasta que, o hasta cuando”. La que deberíamos aprender es “mientras tanto”, porque es en ese “entretanto” que se nos va la vida, tratando de esperar el “momento adecuado”. No hablo de lanzarte a experiencias sin pensar las cosas. La experiencia se hace andando, y lamentablemente, el temor más grande del ser humano es pasar la vergüenza del principiante. La motivación más importante es el amor, es esa la que nos ayuda a vencer los miedos. Todos los días somos principiantes siempre y cuando estemos creciendo, de lo contrario sólo somos grandes expertos en nuestros hábitos automáticos, protegidos por la seguridad del confort y la repetición de lo mismo de siempre. Para crecer se necesita un poco de valentía, no mucha, solo con un poco basta.

Todos tenemos un propósito y trabajamos para el mismo fin cuando caminamos de la mano de Dios.  Se necesita humildad. Aquel que se enorgullece de sus atributos y quiera ser primero, será último y en cambio el que sirva a los demás con sus dones, sin buscar ventaja, será primero. No podemos enorgullecernos de nuestros dones, ni de nuestros títulos y condecoraciones, ni utilizarlos para nuestro propio beneficio sin pensar en el bien común.

Es más importante la compasión y el amor que el conocimiento. El camino verdadero es invitar y seguir la Voluntad de Dios, al cumplir con el bien. No es sólo ir a la iglesia, pedir perdón por los pecados, dar ofrendas y mostrar religiosidad; cuando no hay compasión y amor, no hay nada. Se necesita estar dispuesto a dejar ir las acciones que no van con la integridad que Dios nos pide, aquí y ahora, entre ellas el orgullo por lo que hacemos, por lo que somos, por lo que podamos obtener. Jesús decía, no hay Doctores, ni maestros y se refería a esos que esperaban tener un trato especial, al tiempo que hablaban de Dios. También decía en 1 Corintios 13,1

Si no tengo amor, de nada me sirve hablar de parte de Dios y conocer sus planes secretos. De nada me sirve que mi confianza en Dios me haga mover montañas. 

Ora así:

Mi Dios sabes que no soy perfecto, si pienso que soy perfecto no necesitaré de ti, así que muéstrame lo que necesito cambiar, dime si me enorgullezco de mis dones y si muestro algo al mundo que es falso, pues a ti no puedo mentir. También muéstrame, cuando me dejo impresionar por los dones o la posición de los demás o los coloco por encima de Ti. Amen

Estaré dispuesto a ver y a mejorar todos mis comportamientos aunque no los pueda ver, sabiendo que si regreso a ti, por todo me vas a perdonar. Hoy recuerdo que mis dones, mis títulos, mi posición en la sociedad o el trabajo y mis estudios son para ser utilizados para el bien común y no para darme falsa importancia u obtener ventaja, la que tampoco daré a quien las posea, porque sólo Dios es el poseedor de todos los dones, de todo honor y conocimiento. Él es el único Padre y Su Hijo, el único Maestro y Doctor.

Inspirado en San Mateo 23 

Dios nos creó perfectos, pero al mismo tiempo nos dio el libre albedrío, la consecuencia fue el mundo imperfecto, porque no lo creó Dios, lo hemos creado nosotros sin Él; creamos la muerte, la enfermedad, el dolor.  Caminar sin Él crea un mundo muy imperfecto y muy diferente a lo que creó Dios originalmente. La solución no es la eterna culpa, sino es regresar a Su Voluntad con la promesa de una vida eterna en Su perfección.